La generación de mapas de amenaza para volcanes activos o potencialmente activos es un paso fundamental hacia la mitigación del riesgo para las comunidades vulnerables. En Ecuador se tiene 34 volcanes activos y potencialmente activos. El Instituto Geofísico ha generado mapas de amenaza para los principales volcanes desde la década de los 80 y actualmente son 13 volcanes activos que cuentan con mapas de amenaza.
Estos mapas comunican información sobre un conjunto de amenazas que incluyen la caída de tefra (cenizas), lahares (flujos de lodo volcánico), flujos de lava, corrientes de densidad piroclástico y avalanchas de escombros (deslizamientos de tierra volcánicos). La huella de amenaza de cada uno de ellos depende, en primer orden, de si están en erupción en la atmósfera (y por lo tanto dominados por el transporte en la atmósfera), o si forman flujos que viajan a lo largo de la superficie del suelo lejos del volcán. Para cada tipo de amenaza, la magnitud (volumen) y la intensidad (tasa de descarga) del evento también determinan la extensión de la huella.
La caída de tefra difiere de los otras amenazas en que puede tener efectos proximales a regionales y, en casos extremos, globales. Los otros tipos de amenaza afectan característicamente a los alrededores del volcán, con los tipos más móviles, lahares y corrientes de densidad piroclástico, capaces de alcanzar drenajes distales a más de 100 km del volcán.
Es de vital importancia entender que actualmente se emplea una amplia variedad de métodos para generar mapas de amenazas, así como reconocer la noción de que un modelo no puede adaptarse a todas las situaciones. Los primeros mapas generados por el Instituto se basan únicamente en la distribución de eventos anteriores según lo determinado por la geología, los últimos mapas tienen en cuenta los intervalos de recurrencia estimados de eventos pasados y se los presenta con dos o más escenarios, también se utilizan simulaciones por computadora de los procesos volcánicos para medir posibles extensiones futuras de impacto y esta se combina con información geológica y modelos estadísticos para desarrollar mejores mapas de amenaza.